LA CONSPIRACIÓN CONTRA LA II REPÚBLICA ESPAÑOLA
Wladimir Abreu. Profesor de Historia
Publicado por primera vez en Tribuna
Popular nro. 2941 el 19 de marzo del 2015
España, el 14 de abril de 1931,
se instaura una República, luego que unas elecciones municipales dieran un resultado
inesperado a la monarquía de Alfonso XIII. La derecha gana las elecciones en
general, pero en las principales ciudades ganan las fuerzas pro-republicanas. Abdicación
real, Gobierno Provisional
(abril-diciembre de 1931), se aprueba la Constitución de 1931 y se inician las
primeras reformas, sigue un primer bienio (1931-1933) de coalición republicano-socialista
presidida por Manuel Azaña, quien llevó a cabo diversas reformas modernizado-ras:
educación pública de carácter laico, introducción del divorcio, reforma de la
burocracia estatal anquilosada en el pasado imperial español. Luego un gobierno
de derecha (1933-1935), el “bienio negro”, durante el cual gobernó Alejandro
Lerroux apoyado desde el parlamento por la derecha católica.
Aquí estalla la insurrección obrera de octubre de 1934,
que en Asturias se convirtió en una auténtica revolución social, sofocada a
sangre y fuego por el ejército. La tercera etapa, conocida con el nombre de
Frente Popular (coalición de izquierda), en las elecciones de febrero de 1936 y
que a los 5 me-ses tuvo que soportar la rebelión militar fascista del 18 de
julio.
Ante la
joven República –que desde su instauración en 1931 no logra
consolidar ni siquiera un régimen democrático-liberal–, se fragua la reacción y
conspiración de la burguesía y los terratenientes, de los sectores más retrógrados
de la sociedad: el fascismo.
El Ejército
–formado por años en una escuela profundamente monárquica-católica y reaccionaria–,
es enemigo jurado de la izquierda, del movimiento obre-ro y de cualquier atisbo
de progreso.
Los ataques de
la caverna de la Iglesia Católica, el acoso de la prensa derechista, la actitud
ultraizquierdista de los anarquistas, fueron una constante en la que navegó la
II República Espa-ñola, en sus previos al estallido de la Guerra Civil.
Los partidos
de derecha adoptaron gustosos las experiencias fascistas de la época,
impulsados por las dictaduras de Mussolini y Hitler, quienes habían aplastado
al movimiento obrero y revolucionario de sus países. Lógicamente respaldaron la
conspiración anti-republicana
.La profunda
división del movimiento obrero y los partidos de izquierda, que a pesar de
poseer fuertes organizaciones, fueron un flanco débil del régimen
re-publicano ante la conspiración. Incluso, durante la Guerra Civil
(1936-1939), el moderado Juan Negrín, presidente de la Republica Española, fue
de los firmes defensores de la resistencia final para poder enlazar la guerra
española con la guerra mundial. Los “radicales” se desmoralizaron y
claudicarían. El anarquismo, gran fuerza obrera de la época, guiado por sus
poco científicas concepciones políticas,
dilapidaron sus ingentes fuerzas obreras en el desorden y la pugna interna.
La única
fuerza –guiada por una comprensión científica
de la guerra revolucionaria–, era el Partido Comunista de España. Al
principio de la guerra era una fuerza muy minoritaria, pero su acertada
política lo convirtió en el transcurso de la lucha en una poderosa fuerza; sin
embargo, el tiempo no le alcanzó. Al final, un Golpe de Estado de militares,
anarquistas y socialdemócratas que pensaron que podían pactar con Franco –sobre
la base de entregarles la República y a los comunistas, para salvar su
pellejo–, pondría fin a la II República Española
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