LA REVOLUCION RUSA, BOLCHEVIQUE Y DE OCTUBRE
LA REVOLUCION RUSA, BOLCHEVIQUE Y DE OCTUBRE
El acontecimiento que dio inicio al corto siglo XX
(Conjunto de artículos publicados en TP en los
números 2.983 al 2.985
de septiembre a noviembre de 2017 en
el marco del centenario de la Revolución Bolchevique)
Wladimir
Abreu-Ibarra, profesor de Filosofía Antropológica
en la
Universidad de Carabobo e historiador
miembro del Comité
central del Partido Comunista de Venezuela
A MODO DE PRESENTACIÓN
Pasados 106 años de la revolución que marco
el “corto siglo XX” y por lo tanto la base modeladora de nuestro tiempo, los
acontecimientos de la Rusia Revolucionaria marcan aún el debate histórico,
política, económico y geopolítico, Hasta los acontecimientos recientes de la
Palestina tienen un referente en aquella acción diplomática de los revolucionarios
rusos que publicaron los acuerdos de secretos de Says-Pycott, evidenciando como las potencias aliadas convinieron repartirse
los despojos del Imperio Otomano, entre esos “Despojos” Palestina sería un
botín Inglés .
Hoy la Revolución Bolchevique debe ser un
elemento de estudio y reflexión, una cosa es su reivindicación y otra cosas es pretender las copias mecánicas,
Lenin y los Bolcheviques no calcaron la Comuna de París, estudiaron
profundamente la realidad del Imperio Ruso de su tiempo y de allí avanzaron por
los caminos jamás transitados de una nueva sociedad. ¿La Revolución Bolchevique
fracaso? Si y No, obviamente fue derrotada por múltiples factores internos y externos,
pero la Revolución de Octubre y la consecuente Unión. Soviética demostró que la
clase obrera puede gobernar y ser la clase dirigente de una sociedad hacerla
crecer económica, científica y políticamente y ser un contrapeso a las potencias
imperialistas.
La mejor reivindicación histórica de la
Revolución Bolchevique, no es su imitación, sino su estudio critico, de sus
glorias y sus grises, para poder recorrer nuevamente esos desconocidos caminos
con mejores brújulas y mapas .
LA RUSIA PRERREVOLUCIONARIA
En 1917, tras
tres años de guerra interimperialista, la autocracia zarista agoniza; los
reveses militares, la alta inflación y la escasez de alimentos agudizan el
malestar de obreros y campesinos, quienes abandonan masivamente el discurso
patriotero y descubren el verdadero carácter de la guerra. El 8 de marzo (23 de
febrero en el calendario juliano), Día Internacional de la Mujer Obrera, la
manifestación se transforma en rebelión contra la guerra, el hambre y la
opresión.
El Imperio Ruso
se extendía por dos continentes, desde Polonia hasta el Océano Pacífico, y
agrupaba 175 millones de humanos de 298 grupos étnicos, 80% de ellos
campesinos, pero con sólidos núcleos obreros en las capitales y las zonas
petroleras del Cáucaso; todos sometidos al yugo semifeudal de la más
reaccionaria monarquía de Europa. La iglesia ortodoxa rusa fungía de brazo
ideológico de la dominación y el atraso cultural de este vasto imperio.
El país exhibía
una esperanza de vida de 28 años y una tasa de analfabetismo que rondaba el 75%
de la población, más del 95% en algunas zonas rurales. Seis mil millones de
acres, más de la mitad del territorio, eran propiedad del Zar Nicolás II, y 95%
de las tierras pertenecían a apenas 130.000 terratenientes y burgueses. Sólo 50
años antes, todavía existía la servidumbre en el campo, que había sido superada
en Europa hacía 400 años. El primer y fugaz parlamento, la Duma, apenas se
había instalado durante la Revolución de 1905.
Nicolás II, el
gendarme de la clase terrateniente y la joven burguesía rusa, era heredero de
una dinastía de 600 años. Debido a su incompetencia como estadista, era
despreciado por las potencias europeas y hasta por su propia burguesía y su
aristocracia.
EL FERMENTO REVOLUCIONARIO
La herencia de
los «decembristas» de 1825, inspirados en la Revolución Francesa, y las luchas
de los populistas revolucionarios Herzen y Chernishevsky, críticos radicales
del absolutismo zarista y auténticos demócratas de mitad del siglo XIX,
empujaron un movimiento campesino que sólo pudo ser apaciguado por la feroz
represión de la autocracia. Ese legado revolucionario sería luego asumido por
la naciente clase obrera.
En 1898 se
reunieron en Minsk diversas organizaciones obreras, la Unión de Lucha por la
Emancipación de la Clase Trabajadora, la Unión General de Trabajadores Judíos,
y los grupos socialdemócratas de varias ciudades. La intención era organizar
una fuerza obrera marxista, que se distanciara del aventurerismo de los
populistas y los «socialistas revolucionarios» y de su ideología
pseudo-radical, pero pequeñoburguesa en el fondo. Así nacería el Partido Obrero
Socialdemócrata de Rusia (POSDR).
Los golpes
policiales y la poca definición ideológica hicieron necesario un segundo
Congreso, realizado entre Bruselas y Londres en 1903; allí se destacarían
figuras como Lenin, Riazanov y el todavía marxista Plejanov, que dotarían al
POSDR de un programa y una sólida concepción marxista. Allí también se produjo
la división entre mencheviques (minoritarios) y bolcheviques (mayoritarios),
que marcaría en el futuro los acontecimientos de la Revolución de 1917 y daría
inicio a la lucha entre el reformismo y la concepción verdaderamente
revolucionaria, lucha que continúa vigente en nuestros días.
DUALIDAD DE PODERES
Tras tres años
de guerra imperialista, las y los obreros y campesinos rusos estaban por hacer
estallar el eslabón más débil del sistema capitalista; y esto finalmente
ocurrió tras la manifestación del 8 de marzo (23 febrero del calendario
juliano) de 1917, en el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Las mujeres
proletarias salieron a las calles a exigir pan, y su protesta se enlazó con la
huelga del cordón industrial de Petrogrado, la capital imperial, encabezada por
los obreros de la Fábrica Putilov. Este estallido popular dio lugar a la
Revolución de Febrero.
Ya para la noche
del 24 de febrero, 160.000 obreros habían declarado la huelga general y 200.000
mujeres y desempleados recorrían las calles de la capital exigiendo el fin del
zarismo y de la guerra. La revuelta se estaba extendiendo a las demás ciudades
del país, Moscú, Kiev, Jarkov, y al resto del imperio. El día 26, los soldados
del regimiento Pavlovski enviados a sofocar las manifestaciones, voltearon sus
fusiles y se unieron a la revuelta popular. Los obreros organizaron guardias
rojas, y diversas unidades militares se pasaron al bando proletario, entre
ellas los marinos del Crucero Aurora de la Flota del Báltico, donde la
influencia bolchevique era grande.
La aristocracia
zarista, consciente de la incompetencia del zar Nicolás II, planeó un golpe
palaciego para frenar el ímpetu de las masas; pero ya el día 27 se instaló un
primer soviet de obreros, campesinos y soldados. Ese mismo día, el parlamento
(Duma) creó un gobierno provisional integrado por una mayoría de demócratas
constitucionalistas (kadetes) más el socialdemócrata (trudovike) Alexander
Kerenski; luego de nombrado el gabinete, presidido por el príncipe Georgi Lvov,
la Duma se disolvió.
En la recta final
En la práctica
quedó planteada una dualidad de poderes, una contraposición entre el gobierno
provisional y los soviets de obreros y campesinos, que algunos esperaban que se
resolviera sin mayores contradicciones y diera paso a una coexistencia
amistosa, pero la agudización de la lucha de clases hizo imposible tal cosa. El
gobierno provisional, burgués y terrateniente y vinculado al interés en la guerra
imperialista, se negó a declarar la paz, mientras que el poder soviético obrero
y campesino, enemigo del capital y los terratenientes, exigía el fin de la
guerra imperialista. No podían estos dos instrumentos de clases confrontadas
coexistir por mucho tiempo, y esto lo comprendió y explicó genialmente Lenin en
sus «Tesis de Abril».
El gobierno
provisional, al no responder a las demandas de las grandes masas obreras y
especialmente campesinas sobre el fin de la guerra y el reparto de tierras,
perdió rápidamente apoyo popular. En julio, bolcheviques y anarquistas,
contrariando las instrucciones de Lenin, protagonizaron un precipitado
levantamiento que fue rápidamente derrotado, pero que de todas maneras sirvió
para socavar el último vestigio de gobernabilidad. Tras una cadena de renuncias
de sus ministros, el propio príncipe Lvov renunció el 21 de julio a la
presidencia, y fue sucedido al frente del gobierno por Kerenski, quien asumió
como Primer Ministro aunque conservando también su anterior cargo de ministro
de Defensa.
Quedó así
dispuesta la escena para la recta final de la Revolución, cuyos acontecimientos
alcanzarán su clímax y su resolución dialéctica el 25 de octubre (calendario
juliano), pero esto será tema de otra entrega.
La crisis
política del imperio zarista, iniciada en febrero de 1917 (calendario juliano),
se continuaba agravando debido a la descomposición general del país y los
fracasos militares en la Guerra Mundial. Por fin, las jornadas revolucionarias
de julio, pese a ser sofocadas por el gobierno provisional de Georgi Lvov,
precipitaron su caída y dieron paso el 21 de julio al gobierno de Alexander
Kerenski.
De inmediato,
Kerenski ordenó la represión de los bolcheviques y el arresto de Lenin; el
máximo líder bolchevique, que había regresado del exilio en abril, debió volver
a la clandestinidad y a un nuevo exilio, y se replanteó la táctica frente al
gobierno provisional, desenmascarando el falso discurso revolucionario de los
eseristas y los mencheviques.
Pese a su
palabrería, el gobierno se negaba a aplicar medidas revolucionarias para
expropiar a los capitalistas y terratenientes, además de mantener a los pueblos
del imperio sumergidos en la carnicería de la guerra. Los bolcheviques
desarrollaron una eficaz campaña concientizadora de la clase obrera y el
campesinado, que los llevaría en breve a lograr la mayoría en los Soviets, paso
previo para la salida revolucionaria a la crisis.
El 27 de agosto
se produjo un golpe de Estado dirigido por el general Lavr Kornilov, pero la
intensa movilización bolchevique y de la Guardia Roja, junto al proletariado de
Petrogrado, frenó esa intentona contrarrevolucionaria y salvó al gobierno. Esto
obligó a Kerensky a legalizar a los bolcheviques y permitir el retorno de Lenin,
y aceleró el crecimiento de su prestigio y su influencia. Cada día, el programa
bolchevique de «Paz, Pan y Tierra» ganaba nuevos adeptos.
EL ASALTO FINAL
El Comité
Central bolchevique se reunió el 10 de octubre para designar un Comité Militar
Revolucionario, encargado de organizar la toma definitiva del poder, y
determinó el día para ello: el 25 de octubre (7 de noviembre en el calendario
gregoriano), fecha de instalación del II Congreso de los Soviets de toda Rusia.
Esta decisión fue críticamente acertada, pues hacer estallar el levantamiento
antes sería un acto de vanguardismo, pero hacerlo después del Congreso sería
malgastar una oportunidad preciosa, lo que podría hacer perder impulso al
movimiento.
El plan era
derrocar el gobierno, entregar de inmediato «todo el poder» al Congreso, y
acabar con la dualidad de poderes que había durado desde febrero. El 24 de
octubre las unidades de la Guardia Roja, los marinos y soldados bolcheviques
tomaron los principales puntos estratégicos de Petrogrado, de acuerdo con el
plan meticuloso del Comité Militar Revolucionario.
El día 25 a las
9:45 pm, de acuerdo con lo convenido, un cañonazo del Crucero Aurora dio la
orden de asalto al Palacio de Invierno, sede del gobierno provisional, cuya
toma por las masas fue completada sin dificultad ni resistencia, pues las
tropas del gobierno ya se habían retirado. La caída del poder burgués fue
increíblemente rápida y pacífica, prueba de la profundidad de la descomposición
del gobierno provisional.
En la mañana del
26, Lenin se presentó ante el Congreso de los Soviets para informar del
derrocamiento del gobierno, y dejó el poder revolucionario en manos del
Congreso, el cual designó un Consejo de Comisarios del pueblo. ¡Es la
revolución socialista!, ¡es el gobierno de los obreros!
Cartel MOSCU ROJO ES EL CORAZON DE LA REVOLUCION MUNDIAL 1921
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