El Nacimiento del Manifiesto del Partido Comunista.
WLADIMIR ABREU. Especial para TP.
Publicado por primera vez en Tribuna Popular el 2 de marzo del 2018
Profesor de Historia
El 30 de septiembre de 1847 en el 20 Great Windmill Street, en Londres, sede de la Asociación Educativa de los Trabajadores Alemanes, se reunió el II Congreso de la «Liga de los Comunistas»; allí Carlos Marx, durante diez días, combatió y derrotó las concepciones utopistas y reformistas en el seno de la Liga, diseñó los nuevos estatutos, y logró que el Congreso proclamara como objetivos: «la superación de la burguesía, la dominación de proletariado, la abolición de la vieja sociedad burguesa basada en el antagonismo de clase y la instauración de una nueva sociedad sin clases y sin propiedad privada». A su vez, el Congreso encargó a Marx y a Federico Engels la redacción de un manifiesto público con las ideas y programa de la Liga de los Comunistas.
De regreso en Bruselas, Marx se dedicó a dar conferencias en la Asociación de Cultura Obrera de esta ciudad, hasta llamar la atención de las autoridades belgas, quienes exigían la salida del país de este ya conocido agitador comunista. Para el 24 de enero de 1848 una comunicación del Comité Central de la Liga urgió la culminación del manifiesto, bajo amenaza de sanciones y la devolución de materiales y documentos facilitados para su elaboración.
Mientras Marx y Engels se demoraban en la escritura, la Liga en Londres propuso la redacción de otros proyectos, ante la posibilidad de que Marx no entregase el encargo a tiempo. Uno de esos proyectos fue la posibilidad de publicar los «Principios del comunismo» (1847) de Engels, escritos en forma esquemática, y otro proyecto fue encargado a un filósofo judío-alemán, Moses Hess, pero su proyecto tenía una fuerte carga idealista y metafísica, con apelaciones a principios eternos; al final estos proyectos alternativos no fueron considerados.
De la oscuridad al éxito universal
En los primeros días de febrero, Marx concluyó la misión asignada, y envió el original a Londres para su impresión; el documento apareció en alemán, el 21 de febrero, bajo el título de Manifiesto del Partido Comunista. Marx avizoraba que en poco tiempo el vendaval revolucionario azotaría las tierras europeas, y era necesario dotar a las masas obreras y explotadas de un manifiesto-programa que guiara las luchas por venir.
El Manifiesto, aunque valorado positivamente por amplios sectores de las dirigencias obreras europeas, tuvo al principio poca divulgación, y su influencia en las jornadas de 1848-49 fue modesta. Pasada la reacción contrarrevolucionaria, los propios Marx y Engels se empeñaron en la construcción de la Asociación Internacional del Trabajo, la Primera Internacional (1864), y entonces quedó en evidencia la lucidez de lo que se había escrito en 1848: en pocos años, este pequeño folleto se convirtió en un estandarte-programa bajo el cual se aglutinaron las masas obreras que sacudirían el mundo en el siglo posterior.
La biblia católica que hoy conocemos fue adoptada en el Sínodo de Roma del año 382 de nuestra era; 1.636 años después, los católicos siguen esperando «el reino de los cielos». Menos de 70 años después de haber sido escrito el Manifiesto del Partido Comunista, comenzó su concreción histórica con la gran Revolución Socialista de Octubre y la creación del primer Estado obrero y socialista.
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